lunes, 27 de septiembre de 2010

El caso Bicentenario




Era la tarde tibia y perfumada en la Ciudad de México. En el metro hacía calor. Y lo que más me gustó fue, sin duda, su costo y rapidez. A chinga, ya mi voz se asemeja a la publicidad. Caminando por ahí con el objeto de transbordar, no importa en qué línea, me topé con un cartel lo bastante significativo como para traerlo al caso.

Me llamó la atención porque la mayoría de la gente se encuentra convencida de que el bicenteneario es un evento digno de celebrar. Y Más si uno es mexicano... ¿sí?

Como sea, me pregunté en ese momento cuánta morralla había gastado el Gobierno Federal en armar todo el espectáculo de luces que el grueso de la población no pudo ver. Y qué decir de la cantidad de publicidad. Me pregunté, por ejemplo, mientras conseguía un poco de Guayabas cuántas medidas habían vendido Felipe Calderón y sus lacayos para sacar el espectáculo.


Y si había vendido tanto, justo es suponer que en su casa se apilaron miles de cajas cada vez más hediondas conforme los días se sustituyeran unos a otros. No es una fijación a las matemáticas, pero si el GF quisiera realizar una empresa simbólica aunque poco inteligente, quiero decir si suponemos que su inteligencia la echan a andar para beneficio de la población, como exhumar restos de héroes caídos, tendría que vender 23 874 930 días sin descanso para juntar en su marrano los 2 millones 387 mil 493 pesos.

Todos estos cálculos, sin embargo, causan menos impresión que las cifras en frío. 19 millones se gastaron en transmitir el Lanzamiento de los eventos conmemorativos en el canal 2 de Televisa. Al creador del coloso aquel se le dieron otros 16 millones, poco más. Por si fuera poco, el espectáculo del Palacio Nacional del 15, 16, 17, 18 y 19 de septiembre se llevó 123 millones 982 mil 774 pesos. Por último, se gastó un millón 567 mil 440 pesos para colocar la primera piedra del monumento al Bicentenario. ¿Tanto por una piedra? De veras que no hay que ser. Les da uno la mano, y te la cortan.